Hace ya un tiempo que tenía la ilusión de compartir todo el conocimiento acerca del mercado del arte y las antigüedades que, por una parte, heredé de mi abuelo, Ernesto Pironti, un gran anticuario y mejor persona, y, por otra parte, toda la experiencia que he ido acumulando durante los últimos años. Compartir implica intercambiar, comentar y aprender de todos. El conocimiento se halla disperso, a veces se incorpora con el estudio, otras con la experiencia y en muchas otras ocasiones en la cotidianidad. Y me gustaría hacerlo de forma clara, precisa, crítica, pero también entretenida y amena. No es un reto fácil, al menos para mí, pero como mínimo voy a intentarlo.
Como siempre, la pregunta, tras la visita de rigor, es: ¿Pero dígame cuánto vale?. Cuánto vale ese cuadro, o mueble, porcelana, lámpara o juguete. Siempre me viene a la mente la misma respuesta, una nueva pregunta: ¿Cuánto vale para usted, para mí, o para alguien que está buscando este objeto desde hace años, o quizá para alguien al que no le parece más que un viejo objeto sin valor?
Primera verdad. Usted realmente no quiere saber lo que vale, ya que valor es un término del todo subjetivo. Lo que quiere saber es cuanto le pagarían en este momento. Hasta dónde llegaría el comprador para apropiarse de esa pieza.
Pero a esta certeza que usted precisa, únicamente se llega cuando se tiene una o mejor, varias ofertas en firme. Segunda verdad. El precio real surge del acuerdo entre comprador y vendedor. De nuevo una obviedad. Sin embargo, no hay más que ver que el mismo objeto, puesto a la venta en diferentes subastas, alcanza los precio más dispares.
No digamos además lo que sucede en estos momentos de fuerte crisis económica, donde los canales de venta tradicionales, es decir, las tiendas, están siendo sustituidas a marchas forzadas por las plataformas en internet, o la venta en subastas.
Todo lo anterior coloca al tasador en una difícil posición. Sin embargo, lo que a priori es un problema, puede llegar a convertirse en una ventaja. ¿En qué sentido? Muy sencillo, el estudio riguroso de la obra de arte, su autentificación, el llegar a conocer su origen, su trazabilidad. El poder aproximarla a su “mercado natural”, es decir, donde haya más y mejores compradores ayudará a conseguir mejores precios.
Al final, y debemos asumirlo, no hay más secretos ni más misterios que ser sincero, reconocer lo que se sabe, pero también lo que se ignora y trabajar con pasión, disfrutar del descubrimiento cotidiano, del aprendizaje continuo.
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