Recupero una historia que sucedió en 2010. Fue uno de esos titulares que a casi todo el mundo hace sonreír. La historia comienza como los cuentos. Hace muchos, muchos años, un hombre que se dedicaba a viajar por oriente adquirió un jarrón junto a muchos más objetos, libros y adornos de lo más exótico. Lo conservó toda su vida, y a su fallecimiento lo heredó un sobrino, ya que ese hombre no tuvo hijos. El sobrino lo colocó en un estante de su casa y allí permaneció hasta su fallecimiento. Los nuevos propietarios fueron su hermana y el hijo de esta.
A la hora de realizar la valoración de esa pieza, los abogados, con fines testamentarios, marcaron un precio de 800 £. Así pues, la estantería donde estaba colocado el jarrón pasó a ser más valiosa que la misma cerámica. Casualidades, pues la vida realmente funciona así, una sala de subastas local, Bainbridge Auction había dejado un folleto publicitando sus servicios. El jarrón pasó, junto a otros elementos, a la sala de subastas. Sin embargo, no se le otorgó excesivo valor, y fue retirado de la venta.
Una nueva casualidad, o quizá el mismo jarrón reclamaba un lugar de privilegio, hizo que Luan Grocholski, experto de Sothebys entrara en el almacén y viera la pieza. Sorprendido, entendió que el valor del objeto era alto. De hecho, lo situó rondando las 800.000 £, pero con la secreta esperanza de que pudiera subir algo más. Los propietarios, algo incrédulos, esperaban ansiosos al día de la subasta, el día de la verdad. Y ese día llegó. Era el 11 de noviembre de 2010. Entre cantidades de muebles y otros enseres, la mayoría de los cuales apenas superaba unos pocos cientos de euros, llegaba el momento esperado.
La Subasta
El lote número 800 salió finalmente a la venta y nueve postores empiezan a pujar. Seis de ellos en presencia y los otros tres por teléfono. En apenas unos minutos las pujas llegan a 20.000.000 £. Nunca tanto silencio ni tanta tensión en esta pequeña sala de ventas. Pero no paró ahí, continúa el ascenso hasta llegar a 53.000.000 £. Récord absoluto, los propietarios, que permanecían en el anonimato, al fondo de la sala, no pueden dejar de llorar. Su situación económica no era boyante, al menos hasta ese momento.
¿Qué pasó realmente? ¿Cómo son posibles estos milagros todavía? Quizá una frase de Warren Buffett, el mayor inversor en bolsa, y tercera fortuna mundial nos lo aclaró: “Si los mercados fueran eficientes, yo estaría pidiendo caridad en la calle”.
Debemos añadir un hecho que pudo cambiar por completo la historia de la cerámica china. En los años 60, el propietario del jarrón asistió a un programa de televisión de la BBC. Los expertos informaban acerca de los objetos que los espectadores le llevaban. Pues el experto en rigor fue taxativo. El jarrón no era más que una copia, era falso. Aun así, su propietario decisión que como era bonito, debería seguir ocupando un lugar en su casa
El estudio del jarrón debería haber sido más riguroso, quizá entonces se habrían dado cuenta de que la pieza no era falsa. Esa porcelana china, fechable a mediados del siglo XVIII, provenía de la colección del emperador Qianlong, quinto emperador de la dinastía Qing y cuarto que reinó sobre toda China. Tanto la calidad como el estado de la pieza la convertía en extraordinaria. De hecho, los expertos la califican de pieza única. Y además, el mercado chino, en esos momentos, ávido de recuperar las mejores piezas, apenas ponía límite a la hora de pagar por una porcelana única.
