La cerámica de reflejo metálico, o loza dorada, siempre nos llama la atención por esa aura de lujo que desprende. Porque probablemente esa era su función. Sustituir a las ostentosas piezas ornamentales que el Islam acabaría prohibiendo. Su origen fue el gran Califato Abasí (750-1258). Este gran imperio, en el que se creó y desarrolló una brillante cultura que extendió el arte, la arquitectura y las ciencias por todo sus confines. Bagdad fue su epicentro comercial, la ciudad de las mil y una noches.
Todo este conocimiento llegó a la península ibérica. Al-Ándalus y concretamente a manos de los moriscos, esos musulmanes bautizados muchas veces forzosamente para evitar su exilio tras la pragmática de los Reyes Católicos, el año 1502.
En España se encuentran muy diversos centros donde se crearon extraordinarias piezas que se exportaron a todas las cortes europeas. Pero indudablemente, Manises fue el principal y más reconocido núcleo. Es más que difícil encontrar lozas de la mejor época de producción, finales del siglo XIV y principios del siglo XV. Piezas de cerámica de reflejo metálico o hispano-morisca en buen estado y con esta antigüedad puede llegar a alcanzar precios más que significativos.
Con ese gran volumen de exportación a Europa, sucedió lo lógico. Empezaron a surgir nuevos centros de producción. Y aunque quizá ninguno de ellos llegó a la calidad y al reconocimiento de Manises, si es que es cierto que dejaron elementos singulares.
De modo esquemático repasamos las principales zonas o centros:
Manises, Valencia
Tal como acabamos de comentar, es el núcleo con más reconocimiento. La etapa o periodo clave es el siglo XIV y la primera mitad del siglo XV.
Los motivos decorativos aplicados acostumbran a ser mudéjares. Vemos escritura tanto cúfica como nasji. Motivos heráldicos, como los escudos de los diferentes reinos o reconocidos linajes nobiliarios. Aparece la figura humana, ataviada con los ropajes de ese momento, así como también otros motivos zoomorfos y vegetales.
Ya a finales del siglo XV cambia la decoración, pues los temas de tradición musulmana desaparecen. Se empieza a utilizar el molde en lugar del torno. Eso hace que las piezas tengan formas más trabajadas. Agallonadas, con cordoncillo y umbo central.
Ya en el siglo XVI desaparece paulatinamente el uso del color azul cobalto. Los motivos se simplifican y aparece el “pardalot”, ese pájaro de cuerpo rallado que seguirá usándose hasta el siglo XVIII.
Muel, Aragón
Las primeras piezas que se conocen, hacia principios del siglo XVI, son copias o imitaciones de las de Manises. Pero poco a poco se va creando un estilo propio de ese centro alfarero.
A partir de finales del siglo XVI, en Muel se elaboran piezas más características. El motivo decorativo más habitual es el vegetal, con hojas o piñas o la flor pasionaria. En cuanto a los motivos zoomorfos, se puede decir que quedan casi reducidos a aves zancudas o liebres.
El esmalte de estas piezas acostumbra a ser cremoso, con una tonalidad dorada cobriza y, en ocasiones, un azul casi grisáceo.
Catalunya, Reus
La producción comienza en la segunda mitad del siglo XV en Barcelona, Reus y Valls y continúa ininterrumpidamente hasta mediados del siglo XVII.
Como en el caso anterior, las primeras piezas no son más que copias de las de Manises. El dorado tiene matices distintos según la producción, pero habitualmente es más amarronado con tonos rojizos.
En cuanto a los temas o motivos decorativos, predominan los vegetales. Piñas, hojas, palmetas lobuladas, racimos de uvas, etc.
Reus es probablemente, de todos ellos, el centro más reconocido.
Sevilla
Es la producción menos conocida. Es algo más rústica en cuanto a su decoración y su repertorio ornamental es más limitado.
Fin de la producción de loza dorada
El uso cada vez mayor del cobre en detrimento de la plata, hace que el color vire paulatinamente del amarillo al más cobrizo. Las piezas con el tiempo pierden atractivo. A eso se une los cambios de modas o la introducción es una loza mucho más elegante y refinada, como la de Alcora. Ese estilo proveniente de Francia, que en algunas ocasiones utilizó el reflejo metálico, acabó de liquidar las viejas piezas.
Cerámica de reflejo metálico o dorada en el siglo XX
A principios del siglo XX, se retoma en Manises la producción de lozas de reflejo metálico. De la mano de artesano, como es el caso de Vicente Gimeno Diez (1883-1952), se fabrican nuevas piezas el estilo de las moriscas medievales, pero sin pretender ser copias literales de las mismas. Asimismo, se empleó el reflejo metálico en piezas inspiradas en Talavera de la Reina. Otros artistas, como José María Gimeno Planells (1881-1958), investigó y patentó nuevas técnicas relacionadas con la decoración dorada y plateada. Otros personajes, como Bartolomé Mora o Francisco Monera, realizaron bellas piezas reinterpretando las mudéjares originales o las posteriores barrocas.
Toda esta ingente producción tenía una vocación claramente decorativa, y su destino fue tanto el nacional como la exportación. No es difícil encontrar grandes platos de excelente calidad. Tanto es así, que en algunos casos llegan a confundir a sus propietarios, acerca de su antigüedad.
Conclusión
La loza o cerámica de reflejo metálico ha constituido una parte esencial dentro de la producción cerámica en España. De origen musulmán, las primigenias piezas de Manises, casi imposibles de encontrar, serían las más valoradas. Se desarrollaron diversos centros en la Península, que produjeron en primer lugar al estilo de Manises. Posteriormente, adquirieron su propio estilo. El siglo XVIII acabó con esta producción, debido a los nuevos requerimientos de una burguesía en alza. Un estilo mucho más refinado, proveniente de Francia, resulta ganador. El siglo XX se reinterpretan las antiguas piezas mudéjares o de épocas posteriores.
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